Derribando Mitos. «El verdadero estilo historico de San Lorenzo». 1° Parte

Derribando Mitos. «El verdadero estilo historico de San Lorenzo». 1° Parte

31 enero, 2021 4 Por Adolfo Res

Derribando mitos

El Ciclón: el verdadero estilo histórico de San Lorenzo de Almagro.

Por Victor Gabriel Pradel

 

 

“Dicen que tiramos para adelante, a lo indio. Un momento: tiramos para adelante, es cierto. Pero sabemos adonde tiramos. La táctica de San Lorenzo es, desde sus comienzos, trabajar los 90 minutos. Dentro de la velocidad y el empuje hay orden. El forward debe gambetear ¡Cómo no, si eso es el fútbol! Ahora, la gambeta tiene que ser un recurso y no un entretenimiento. El que quiera divertirse gambeteando, que vuelva a la plaza. Se busca el gol desde el rechazo del back. Por eso este es un equipo de ataque.”

José Hipólito Fossa, 1934

 

 

Esta auténtica declaración de principios fue proclamada por el hombre que ganó más títulos en la historia de San Lorenzo. José Fossa, cinco veces campeón como futbolista y una como director técnico, fue tan firme y contundente como cuando era el capitán del primer equipo azulgrana. Ya en su rol de entrenador, en las páginas de la revista “El Gráfico” dejó escrita esta sentencia que no deja lugar a dudas.

Pero últimamente algunos neófitos pretenden instalar un relato falso, negando que el histórico estilo de juego de San Lorenzo sea un fútbol de ataque. Se basan en los logros obtenidos con otros tipos de sistemas y para enaltecer esas conquistas, les bajan el precio impunemente a los equipos que cimentaron la grandeza del club.

Son los adalides de una ideología que instaló un falso axioma: si atacás sos un bobo y si te defendés sos un vivo bárbaro. Entonces: ¿Diego García era un bobo? ¿Tim era un bobo? ¿Sólo Lorenzo y Zubeldía eran vivos? ¿La única manera de ganar es siendo “pragmático”? (tal el eufemismo de moda). Basta repasar las características de los conjuntos azulgranas campeones para demostrar lo contrario. Para derribar otro mito.

En Argentina, durante las primeras décadas, se empleó el 1-2-3-5. Con esa táctica San Lorenzo consiguió sus primeros títulos en el amateurismo. Duro y potente, directo y sin demasiadas florituras, basaba su juego en el empuje indomable de Luis Monti en la mitad de la cancha, habilitando con pelotazos largos al letal goleador Alfredo Carricaberry. Ese estilo impetuoso y arrollador, de búsqueda constante del arco rival a como dé lugar, fue su sello distintivo durante años e inspiró al periodista Hugo Marini a bautizarlo con el mote histórico que aun hoy perdura: “El Ciclón”, en 1932. Solo un año después conquistó su primer campeonato en el profesionalismo.

Campeón 1933:  1- 2-3-5

Se contrató a un entrenador húngaro, Eugenio Medyegsi, pero como sus métodos no variaron a los ya conocidos en el país, se prescindió de sus servicios y fue reemplazado por un hombre de la casa, Atilio Giuliano. «El arquero Lema, compensaba su baja estatura con una notable agilidad. «Los dos defensores jugaban “en diagonal”: Pacheco atrás y Fossa (capitán y líder) saliendo a romper. Los halves que ocupaban los laterales, Chividini y Achinelli, marcaban cada una de las alas contrarias, pero también se proyectaban; el centrohalf, Scavone, era el patrón de la mitad de la cancha. La contundente delantera se dividía en bloques: en el ala derecha Magán y Canteli, dos pistoleros, que dentro del área no andaban con vueltas y buscaban permanentemente el arco rival; el ala izquierda derrochaba calidad (no exenta de gol) con el talento del hábil insider Diego García y la velocidad del zurdo Arrieta. Los wines jugaban bien abiertos. Esta característica de usar todo el ancho de la cancha será una constante durante décadas en los equipos azulgranas. En el medio de ambos bloques, el centro delantero científico, Petronilho De Brito, un artista del balón, le daba el lujoso toque de distinción al campeón.

Campeón 1936: 1-2-3-5

El segundo título llegó de la mano del mismo esquema, pero con la impronta que le dieron otros protagonistas. José Fossa, ya retirado, ahora imponía su voz de mando como director técnico. El arquero, Sebastián Gualco, fue un innovador en su puesto, el primero en dominar el área y jugar adelantado, contrariamente a los guardavallas de la época que solían atornillarse a la línea. En la defensa, Lorenzo Gilli, back expeditivo, esperaba en el fondo y Oscar Tarrío salía a perseguir hombre a hombre al centro delantero rival, siendo un pionero en nuestras canchas en ese tipo de marcación. Tarrío se convirtió en un especialista en la función de “zaguero policía” y esa característica, como se verá luego, será fundamental a nivel táctico. La línea de halves mantuvo el mismo funcionamiento, pero la inclusión de Arrese como half izquierdo, corrió a Chividini a la derecha; Scavone siguió en el centro. En la delantera, el ala derecha era compuesta ahora por Cavadini y Alarcón, jugadores con tanta pólvora como sus antecesores; Arturo Naón era un centro forward técnico y cerebral, en la línea de Petronilho; y Diego García y Arrieta, siguieron conformando una dupla excepcional.

Al 1-2-3-5 se lo denominaba “Método”. Era el esquema que usaban todos los equipos del fútbol argentino (y por ende también la Selección Nacional) hasta que una gloria de San Lorenzo cambió el paradigma para siempre. Oscar Tarrío, zaguero central internacional, campeón en 1927 y en 1936, se fue a jugar al Red Star de Francia, junto a Alejandro Scopelli, ex Estudiantes. Allí se habituaron a jugar con la WM (3-2-2-3). Consistía en retrasar uno de los halves para marcar al centrodelantero de punta. El denominado “centro half policía” se ubicó como back central.  Los otros halves retrocedieron y terminaron siendo cinco los jugadores de corte defensivo. Al haber mayor distancia entre medios y delanteros, se retrasaron los dos insiders, formando con los halves, el llamado “cuadrado mágico”. Adelante quedaron los dos wines y el centrodelantero. Al estallar la segunda guerra mundial, Tarrío y Scopelli pasaron al Belenenses de Portugal. Scopelli cumplía la doble misión de jugador/entrenador. Y en ese rol aplicó la WM utilizando justamente a Tarrío, en la función de “stopper”, marcando hombre a hombre al centrodelantero rival. Lo hizo con tanto éxito que pronto el sistema se adoptó en todo el fútbol portugués.

En 1940, Oscar Tarrío retornó a la Argentina y estando retirado de la práctica activa del fútbol, asumió como  técnico de San Lorenzo e implementó la WM en el equipo. A este dispositivo táctico novedoso se lo llamó “Sistema”. Y como todas las cosas revolucionarias desde un primer momento fue muy combatido a nivel mediático en nuestro país. En 1941, Tarrío decidió sacarse el buzo de DT y se calzó nuevamente los botines. Lo sucedió en la dirección técnica el húngaro Emérico Hirschl, “el Maestro”, quien siguió utilizando la WM. El San Lorenzo de Hirschl, fue un equipazo. Salió subcampeón en el ’41 (ganando 11 partidos consecutivos) y en el ’42; y en 1943 ganó la Copa de la República Pedro Ramírez.

Campeón 1946: 1-3-2-2- 3

Fue cuando reinó el más brillante y lujoso equipo de la historia de San Lorenzo de Almagro. Una constelación de estrellas donde relucían con luz propia Farro, Pontoni y Martino, el mítico “Terceto de Oro”. El team azulgrana arrasó con el torneo local y salió campeón convirtiendo la friolera de 90 goles en 30 partidos. Dirigido técnicamente por una gloria del club, Diego García, secundado por otro ex crack, Pedro Omar (ambos ex compañeros de Oscar Tarrío, casualmente) el equipo se posicionaba dentro del planteo de la WM.» En el arco Blazina, con su pasmosa tranquilidad, jugando al límite y arriesgando siempre. Atrás Vanzini marcaba al wing izquierdo, Basso al centroforward y Colombo al wing derecho.  En el medio, Zubieta sobre la derecha acompañaba al centrohalf Grecco. Arriba, los dos punteros bien abiertos: Imbelloni en la derecha y Silva por la izquierda. Farro, Pontoni y Martino no tenían posiciones fijas. Los tres podían bajar y llegar tocando con pases cortos y triangulaciones o pelotazos largos para los piques y desbordes de los wines. La posición de Pontoni fue toda una innovación. Se tiraba atrás o las puntas, llevándose las marcas de los desorientados zagueros centrales que no podían encontrarlo y dejaban un hueco aprovechado por la entrada goleadora de Farro o Martino.

Luego de florearse en todos los campos argentinos, San Lorenzo salió a lucir su extraordinario fútbol por Europa. En aquella histórica gira, humilló dos veces a la Selección de España: 7 a 5 y 6 a 1, y abofeteó a la Selección de Portugal por 10 a 4.

Fue tanto el impacto y la conmoción que la Federación Española de Fútbol hizo llegar una circular conminando a todos los equipos 1ª y 2ª  división a poner en práctica el mismo sistema de juego que utilizaba San Lorenzo. En 1997, el ex entrenador de las inferiores del Barcelona, Jaume Olivé lo recordó así:

“Y en eso llegó el San Lorenzo de Almagro. Eran los meses de diciembre de 1946 y enero de 1947. Nadie había visto jugar nunca a un equipo de la manera que lo hacia el campeón argentino. El San Lorenzo proponía un juego de pase corto, elaborado, de triangulación, frente al fútbol más directo y profundo de una España en que hablar de táctica sonaba a algo herético. Los argentinos proponían la dinamización con balón y la estrategia, frente a valores como la furia, el genio y la improvisación (…) Le dieron un cambio en el juego de ataque, con la reubicación del ariete, que pasó a retrasarse y permutarse con uno de los interiores. El San Lorenzo disponía siempre de un defensor más cuando no tenía el cuero mientras que cuando atacaba lo hacía con siete futbolistas: los cinco delanteros escalonados, apoyados por los dos medios volantes (…) Hubo un antes y después de la visita del San Lorenzo en el fútbol español”.

Alfredo Di Stéfano, uno de los más grandes futbolistas de la historia, siempre proclamó su adoración por René Pontoni. Y retrató sus características: “Yo ví jugar a Pedernera y a Pontoni. Eran jugadores que marcaron un modelo que contrarrestaba el modelo defensivo del adversario. Y claro, en vez de que te marcaran encima, a presión, tú te liberabas. Si te venía el defensa marcador, te lo atraías al medio campo y desmantelabas el orden defensivo”.

La última gran revolución táctica del fútbol mundial la encarnó el Barcelona de Pep Guardiola. La posición en la cancha de Lionel Messi, popularizó el término “falso 9”. Mientras algunos le adjudicaron el invento al técnico catalán, la prensa especializada europea rastreó el origen de ese concepto y llegó a la conclusión unánime que el primer centrodelantero de esas características fue Nándor Hidegkuti, en la famosa Selección de Hungría de 1954. Todas las búsquedas en Google al respecto, coinciden en el mismo nombre. Incluso se atreven a afirmar que el 25 de noviembre de 1953 quedó inscripto como la fecha de nacimiento del “falso 9”, cuando en un antológico partido, los húngaros golearon a Inglaterra 6 a 3 en Wembley.

Pero las palabras de Olivé certifican que el intercambio de posiciones entre Pontoni y Martino, es una variante táctica de la WM que no se conocía en Europa. El testimonio de Di Stéfano lo avala. Además le dan un contexto histórico: 8 años antes que Hidegkuti, 28 años antes que Johan Cruyff  en la Holanda del ’74 y 63 años antes que Messi, el gran René Pontoni ya jugaba de “falso 9”, aunque jamás le den el crédito que le corresponde. Y por ende, el San Lorenzo de 1946 fue un equipo que cambió un paradigma no solo en el fútbol argentino; también en el fútbol mundial.

 

Campeón  1959: 1-3-2-1-4

 

Trece años pasaron desde aquel magnífico equipo de San Lorenzo de 1946. El excelso fútbol de vuelo técnico preciosista del “Terceto de Oro” había significado un quiebre dentro del tradicional estilo avasallante de los equipos del club. Pero merced a la acción de cinco implacables pistoleros, en 1959, dirigido por José Barreiro, el Ciclón volvió a ser el Ciclón: «El arquero Carrillo, era un atajador clásico. » La defensa marcaba con línea de 3: Martina e Iñigo en ambos laterales y Cancino como central. Reynoso y Schiro se repartían la mitad de la cancha y unos metros más adelante, Miguel Ángel Ruiz se ubicaba como nexo entre los medios y los atacantes: el “Tingui” Facundo, wing derecho de temible remate; una doble punta de lanza, el exquisito Omar Higinio García, que arrancaba de atrás armando juego para el letal e implacable Nene Sanfilippo; y en la izquierda Norberto Boggio, wing veloz, pero también con pólvora. Entre los “Cinco Pistoleros” convirtieron 74 de los 75 goles del campeón (el restante lo hizo José Herrera, delantero suplente), signo contundente del demoledor ataque, que causó sensación a punto tal que los cinco fueron convocados para integrar la Selección Argentina en el Sudamericano de ese año en Guayaquil.

José Barreiro fue uno de los mejores técnicos que tuvo San Lorenzo, aunque al mismo tiempo es el entrenador más infravalorado. Las 2 máximas goleadas de la historia del CASLA (8 a 1 a Gimnasia en el ‘57 y 8 a 1 a Estudiantes en el ‘60) fueron logradas por equipos dirigidos por él y significan una prueba irrefutable de sus esquemas ultra ofensivos, que años más tarde volvió a aplicar en otro equipo emblemático; los míticos Carasucias, que no salieron campeones, pero ni falta les hizo: quedaron en la historia con su fútbol maravilloso. Y en ellos se encuentra el génesis del equipo definitivo: los Matadores.

Victor Pradel

Proximamente publicaremos la 2° Parte.