Derribando Mitos. El Ciclón: el verdadero estilo histórico de San Lorenzo de Almagro. 2° Parte

Derribando Mitos. El Ciclón: el verdadero estilo histórico de San Lorenzo de Almagro. 2° Parte

4 febrero, 2021 2 Por Adolfo Res

Derribando mitos

El Ciclón: el verdadero estilo histórico de San Lorenzo de Almagro.

2° Parte

Por Victor Gabriel Pradel

 

 

1968: 1-4-3-1-2

Tim trajo el típico y tradicional estilo brasileño, de toque y pelota al piso, pero preocupándose en destacar que los jugadores debían rotar y que siempre la pelota tenía que ir para adelante. Los Matadores comenzaron el torneo jugando un 1-4-5-1.»Incluso Albretch se mandaba constantemente al ataque, quedando la defensa por momentos con 3 jugadores: el extraordinario Sapo Villar, Calics y Rosl, apoyados en Buttice, arquero de estilo espectacular y volador. » Los volantes eran Telch, que manejaba el centro de la cancha; Rendo y Cocco con un despliegue notable por derecha y por izquierda respectivamente; y un poco más adelante 2 enganches talentosos, Veira y Veglio. Con ellos alternaba Tojo, zurdo fino y de calidad. El único delantero bien de punta era Fischer. Al cabo de 3 fechas se lesiona el Bambino y entra Pedro González, que jugaba de wing derecho. Entonces quedó un 4-3-1-2, con el Lobo tirándose a la izquierda y permitiendo que el Toti sea una especie de media punta con mucha presencia en el área, por lo cual el esquema elástico a veces se convertía en 4-3-3. Todos rotaban, buscaban la pelota, no la esperaban. Llegaban a posiciones ofensivas (todos los volantes y delanteros hicieron goles) triangulando, tirando paredes y siempre tocando para adelante. Incluso Albretch se mandaba constantemente al ataque, quedando la defensa por momentos con 3 jugadores. El equipo fue una máquina, pero en una época donde el paradigma del triunfo lo encarnaban equipos más rústicos y combativos, los Matadores pusieron una cuota de belleza y espectáculo.

1972: 1-4-4-2

El primer bicampeón del fútbol argentino, la máquina computarizada del Toto Lorenzo. Era otro sistema, otro estilo, pero tremendamente efectivo.En el arco Irusta, capaz de iniciar una contra a partir de su prodigiosa pegada» En la defensa Glaría y Rosl clausuraban los laterales, Rezza era el stopper del 9 contrario y Cacho Heredia aportaba su categoría para salir jugando desde el fondo. La mitad de la cancha fue el punto fuerte: Lorenzo impuso a Chazarrreta como cuarto volante pero no en función de media punta, si no como una rueda de auxilio que corría por toda la cancha y ayudaba en la marca. Espósito se encargaba de anular al generador de juego rival. Telch se desdoblaba en defensa y en ataque; y la manija la tenían, García Ameijenda o Veglio, con su toque de distinción o Cocco, con su tranco más lento. El esquema, un 1- 4-4-2 elástico y flexible, fue variando en función de los jugadores disponibles. Así arrancaron como delanteros, dos goleadores implacables: Fischer y Sanfilippo. Luego aparecieron otros dos temibles atacantes: el Ratón Ayala y el Gringo Scotta, que se lesionó gravemente pocas fechas antes del epílogo del Metropolitano. En el Nacional, lo reemplazó el Lele Figueroa, autor del gol decisivo en la final contra River. Sin el lujo de los Matadores, pero con una efectividad notable: el Metro se ganó  4 partidos antes del cierre del torneo; y el Nacional invicto, con 11 triunfos y 3 empates y una efectividad de más del 89%, la máxima de la historia. El equipo del Toto de amarrete no tenía nada.

1974:1- 4-3-1-2

Otro equipo mecanizado fue el de Osvaldo Zubeldía, con un estilo trabajado similar al del Toto Lorenzo. Zubeldía estudiaba al rival, sabía quién era el jugador clave de los contrarios, sacaba rédito de las pelotas paradas y fue probando distintas variantes durante el transcurso del torneo.»El equipo se consolidó en el octogonal final. Con Anhielo, un guardavallas de características voladoras…» Cuando Rezza fue transferido, ingresó el Sapo Villar a marcar la punta izquierda y para acompañar a Piris en la zaga, se ubicó como segundo zaguero central Olguín, defensor hábil y de excelente manejo para desprenderse del fondo. En la mitad de la cancha, Chazarreta ahora entregaba su despliegue por la derecha; Telch seguía siendo el termómetro del equipo y Cocco el estratega, además de aportar su temible cabezazo. Delante de esa línea de tres volantes se movía el cordobés Beltrán, que jugaba con la “9” pero se tiraba atrás, para ubicarse como una especie de enganche con los dos delanteros: el explosivo Gringo Scotta y el endemoniado Oscar Ortiz. Tal vez la presencia en el banco del polémico ex técnico de Estudiantes, haya sido el motivo por el cual fue un campeón cuestionado por la prensa de la época, pero contrariamente a lo que se suponía cuando llegó, San Lorenzo jugaba con libertad de la mitad de la cancha hacia delante.

1995:1- 4-3-1-2

Héctor Rodolfo Veira rompió el estigma de 21 años sin salir campeón. Pero no fue casualidad. Durante años vino armando una base. Un arquero seguro y confiable como el Flaco Passet. Dos marcadores de punta voluntariosos y rendidores como el Roly Escudero y el Ruso Manusovich y una zaga central que el Gordo Soriano definió con claridad meridiana: “Estaba Ruggeri, que ya ganó todos los títulos y les transmite a los otros esa cosa ecuménica, ese aire fenomenal que necesitaba tener el bueno de Arévalo para reventarla de punta”.  Un mediocampo extraordinario, el mejor del fútbol argentino en ese momento; era un diamante de cuatro talentos complementarios: el Diablo Monserrat, con dinámica y llegada constante al área rival; el Conde Galetto, exponente de fútbol lujoso y elegante; Carlos Netto, la rueda de auxilio de todos, que aportaba equilibrio y furibundos fierrazos de media distancia; y el exquisito Paulo Silas, dueño absoluto de la magia. Y adelante delanteros con peso ofensivo y poder de fuego dentro del área, como el Pampa Biaggio y el Gallego González, más la variante que ofrecía el Perro Arbarello para abrir la cancha como wing. Honor y gloria eterna para ellos, los héroes que ganaron el campeonato más festejado.

2001:1- 4-2-2-2

Una máquina de fútbol vistoso y ofensivo. Manuel Pellegrini fue encontrando el equipo a medida que pasaban las fechas. Su esquema favorito, 4-2-2-2, se apoyaba en la seguridad del arquero Saja, la firmeza de los centrales, Ameli y Coloccini y las subidas constantes de los laterales, Serrizuela y Paredes; un cuadrado definido en el medio: dos volantes de marca (Tuzzio y Michelini) repartiéndose la mitad de la cancha y más adelante dos enganches habilidosos (Romagnoli y Erviti); arriba un delantero por afuera (Estévez) y uno bien de área (Romeo). San Lorenzo se consolidó como un equipo completísimo. Le sobraba fútbol y huevos, en la misma proporción y según el partido lo exija. En la recta final, los pasó a todos por arriba y se convirtió en un lujoso y contundente campeón, récord histórico de partidos ganados en forma consecutiva en la historia del fútbol argentino, pero al día de hoy ninguneado por la prensa, que destaca más a otros equipos que no le limpiaban ni los botines a la máquina del Ingeniero.  Pocos meses después, con un par de cambios de nombres (Capria por Coloccini, Franco por Tuzzio y el Beto Acosta por Romeo) repetió la consagración, a nivel internacional en la Copa Mercosur.

En 2002, llegó un ídolo de la casa, Rubén Darío Insúa, un hombre con auténtico ADN azulgrana. Fue un técnico silencioso y trabajador. Mantuvo la columna vertebral que ganó la Mercosur pero cambió el dibujo de Pellegrini por un 4-3-1-2. Para acompañar a Saja y Paredes, confió en defensores jóvenes (Esquivel, Gonzalo Rodríguez y Morel); rodeó a Michelini con dos volantes mixtos (Chatruc y Zurita) y toda la creación quedó en los pies de Romagnoli. Adelante junto al Beto, ubicó a Astudillo, otro delantero con olfato de gol. Así ganó la primera edición de la Copa Sudamericana.

2007:1- 4 -3-1-2

Ramón Ángel Díaz llegó a San Lorenzo trayendo su inflador anímico. Debía levantar el ánimo de un equipo golpeado. Y armó una revolución. En una decisión polémica eligió a Orión por sobre Saja. Tuvo la lucidez de elegir bien a los refuerzos: así llegaron dos hombres determinantes: la Gata Fernández y el Lobo Ledesma. El Pelado encontró el equilibrio, adaptándose a sus jugadores, utilizando diferentes esquemas y probando distintos jugadores. Si bien se sintió cómodo con el 4-4-2 (con Adrián González, Méndez, Bottinelli y Aureliano en la defensa; Ledesma y Hirsig, como doble “5” y Rivero y el Malevo Ferreyra como carrileros; y arriba La Gata y Lavezzi o Silvera), no tuvo problemas en marcar con 3 en el fondo para poder usufructuar el poderoso tridente cuando dispuso de ellos. Logró sacar lo mejor de cada uno de los jugadores, con un mensaje claro, directo y sencillo, dotó al equipo de una mística ganadora, que salió a imponer su personalidad en todas las canchas, ganó dos veces en Rosario, una en Mendoza, se vengó de Boca en la Bombonera, venció a Independiente y Racing, se hizo fuerte de local, donde solo resignó un empate con River. De punta a punta ganó el torneo con total autoridad.

2013: 1-4-2-3-1

La debacle deportiva que se inició en el savinismo y continuó durante el abdismo culminó con el casi descenso de 2012. La angustiante situación obligó a contratar los servicios de Ricardo Caruso Lombardi. Una vez salvada la categoría, llegó al poder el tinellismo. Prescindió los servicios del ultraconservador Caruso y trajo un entrenador que ideológicamente estaba en las antípodas. Juan Antonio Pizzi, formado técnicamente en el Barcelona, paró el equipo 20 metros más adelante. En el transcurso del torneo cambió de arquero y afianzó a Torrico sobre Álvarez. Impuso un sistema con 4 defensores (Buffarini, Alvarado, Gentiletti y Kannemann); doble”5” con Mercier y Kalinski; una línea de 3 volantes ofensivos (Verón, Romagnoli y Piatti) y un solo delantero de punta (Cauteruccio). Las graves lesiones de Verón y Cauteruccio, fueron suplidas por los juveniles Villalba y Correa. Al no tener un hombre de las características del uruguayo, Pizzi recurrió a la figura del “falso 9”. Incluso en el partido decisivo contra Vélez, esa posición fue ocupada por Alan Ruiz. Más allá de ciertos cuestionamientos por la cantidad de puntos obtenidos, San Lorenzo fue un campeón justo y ofensivo.

2014: 1-4-2-3-1

La sorpresiva renuncia de Pizzi tras lograr el Torneo Inicial 2013, obligó a buscar un reemplazante con experiencia copera en función del próximo objetivo: la Libertadores 2014. El elegido fue Edgardo Bauza, de estilo diametralmente opuesto, pero con el antecedente de haber ganado ese título con la Liga de Quito. A diferencia de su antecesor priorizó el orden defensivo. Mantuvo el  4-2-3-1, con Buffarini y Mas, marcando los laterales (pero también subiendo) y Valdés y Gentiletti como zagueros. La dupla de mediocampistas centrales fue clave: Mercier, más aplicado a la marca y Ortigoza a la creación. Delante de ellos, Villalba, importante en el ida y vuelta por la derecha y los dos hombres más desequilibrantes: Correa por el centro y Piatti sobre la izquierda. Arriba se movía un centrodelantero conocedor de los secretos del puesto como Mauro Matos. Tras atravesar la primera fase con sufrimiento, Bauza consolidó el equipo en los cruces mano a mano. Los planteó como partidos de 180 minutos. Sacó ventaja arriesgando de local, tomó recaudos de visitante, apoyado en su solidez defensiva y en la seguridad de Torrico y pudo lograr el ansiado título continental.

2016: 1- 4-1-3-2

A la hora de suceder a Bauza, nuevamente se cambió de estilo. Pablo Guede trajo otra filosofía. La búsqueda del arco rival basada en la posesión del balón, a través de la salida limpia y clara desde el fondo, incluso comenzando desde los pies de Torrico y los 4 defensores (Buffarini, Angeleri, Caruzzo y Mas). Después de mucho tiempo desarmó el doble 5, ubicando un solo volante central (Mussis) y delante 3 mediocampistas de generación de juego: Belluschi, Ortigoza y Blanco. Arriba, para acompañar a Blandi, sumó un wing bien abierto como Cerutti. Así goleó a Boca en la final de la Supercopa 2015.

Ese fue el último título de azulgrana hasta hoy. Desde entonces se sucedieron varios entrenadores pero los resultados no fueron los esperados. El fracaso de Almirón, del segundo ciclo de Pizzi y de Soso, es aprovechado por los “pragmáticos” para confundir y tratar de imponer su discurso. “Basta de tiki-tiki; yo quiero ganar”, afirman sin ponerse colorados; como si pretender asumir riesgos y ser protagonistas, sea sinónimo de “querer perder”.

«Cuando Hugo Marini bautizó a San Lorenzo como “El Ciclón” no fue por salir a la cancha a ver qué onda con el equipo rival o porque Arturo Arrieta marcara la subida del half derecho contrario, si no porque, según sus propias palabras: “Y es que San Lorenzo, desde el primer día que intervino en los campeonatos oficiales de fútbol, fue como un Ciclón. Empezó su campaña devastando todos los campos adversarios. Nada contenía su ímpetu y no existía fuerza que sobreviviese ante su empuje. Todo cedía ante la potencia de su temperamento. Uno tras otro fueron cayendo sus adversarios de la primera hora y como un verdadero Ciclón llegó hasta donde quiso. Por donde pasó él no quedaron vestigios de enemigos.” Entonces volvemos al planteo inicial: Diego García, José Barreiro, TIM ¿eran bobos? Porque mal no les fue. Oscar Tarrío, que no salió campeón pero cambió el paradigma del fútbol argentino ¿también era un bobo? Porque así como alguna vez no les fue bien a hombres como Roberto Saporiti y el Coco Basile, el hincha de San Lorenzo también vio fracasar a Bilardo, Aimar, Alfaro, Simeone, los que “siempre quieren ganar” pero acá no ganaron. Se gana y se pierde con todos los sistemas. Pero nunca, bajo ningún concepto, se debe renunciar a ser “El Ciclón”.